El emprendimiento donde inició la Revolución

La jabonería de Vieytes

5/25/20243 min read

El espíritu emprendedor y revolucionario

En el entramado urbano de Buenos Aires, a finales del siglo XVIII y principios del XIX, surgió una pequeña empresa que jugaría un rol fundamental en la historia de nuestro país. Si usted está pensando en emprender, debe saber que a lo mejor inicia una revolucióin. Aquel modesto emprendimiento, conocido como la Jabonería de Vieytes, no solo se destacó por su producción de jabones y velas, sino que también se convirtió en el epicentro de reuniones secretas que gestaron el inicio de la libertad de nuestras Provincias Unidas del Río de la Plata.

Más que una simple fábrica (de evidente trabajo nocturno - sic - ) la jabonería, situada en la calle de San Bartolomé (hoy México), fue adquirida por Nicolás Rodríguez Peña y su socio Hipólito Vieytes en 1807. En ese entonces, la ciudad de Buenos Aires era un hervidero de ideas revolucionarias influenciadas por los movimientos independentistas en Europa y América. La jabonería se convirtió en un lugar estratégico, no solo para la producción de bienes de primera necesidad, sino también como una pantalla que ocultaba las conspiraciones contra el dominio español. Cuenta la leyenda que los chisperos la escondían y la custodiaban. Su dueño, Hipólito Vieytes, era un ferviente patriota y editor del Semanario de la Industria y Comercio y no dudó en utilizar su conocimiento y recursos para convertir la jabonería en un centro de operaciones revolucionarias, cuyo modesto salón vio sentarse a los iluminados Mariano Moreno, Juan José Castelli, Manuel Belgrano y, aunque el destino los enfrentaría luego, Cornelio Saavedra, quien, también en el seno de la leyenda, debía dar explicaciones a su esposa de por qué llegaba tan tarde a casa.

El ambiente de la jabonería, con sus amplios patios y numerosas habitaciones, facilitó la realización de estas reuniones sin levantar sospechas. La discreción y el compromiso de sus miembros permitieron que las ideas revolucionarias tomaran forma y se consolidaran en un plan de acción concreto. ¿Jugaban cartas? ¿Leían libros? Tal vez. Todo podía pasar, pero nadie sabe con exactitud el orden del día, aunque sí las horas en las que permanecía cerrada, para estarm por supuesto, abierta a las nuevas ideas y lo que en el mundo del emprendimiento llamamos "investigación de mercado".

Sin embargo, tanto hermetismo no estuvo exento de persecuciones. En 1808, durante el interinato del virrey Santiago de Liniers, el lugar fue embargado, y sus propietarios enfrentaron diversas dificultades. Nicolás Rodríguez Peña fue encarcelado, y los bienes de la jabonería, incluidos los esclavos, fueron confiscados. Sin embargo, estos obstáculos no lograron detener el espíritu revolucionario que animaba a los patriotas, cuyo fuego era sin duda don Mariano Moreno, a quien Castelli le hacía la segunda y Manuel Belgrano los bajaba a tierra. Tras la Revolución, este centro de operaciones continuó siendo un símbolo del ingenio y la resistencia de los argentinos bien nacidos. Aunque eventualmente la propiedad fue vendida y transformada, su legado perdura como el lugar donde se forjaron las bases de la independencia argentina. Pero no nos emocionemos por un recorrido, ya por ahí pasa una conocida avenida, a quien no daremos más entidad que la propia casa desaparecida.

¡No nos olvidemos de Marcos!

Junto a la Jabonería, otro sitio de relevancia en la ciudad de la furia colonial fue el Café de Marcos. Ubicado cerca del Cabildo, se convirtió en un foro abierto para jóvenes y adultos que anhelaban debatir y expresar sus ideas libertarias. Aunque fue clausurado temporalmente en 1809 por Liniers, su importancia como espacio de reunión para los patriotas no se diluyó. Al igual que la jabonería, el Café jugó un rol crucial en la socialización y difusión de ideas revolucionarias. Moreno en Buenos Aires y el Dean Funes en Córdoba. El primero se movía en estos salones sociales, mientras que el segundo, en el seno de la Iglesia.

No debemos subestimar las ideas cuando florecen en la noche, ni tampoco olvidar que del espíritu emprendedor surgió algo más grande y duradero. Así, la de Vieytes y el de Marcos, destacan la importancia de las pequeñas empresas y espacios comunitarios en el tejido social y político de una nación. Sitios que no sólo proporcionaron bienes y servicios esenciales, sino que también sirvieron como centros neurálgicos para el intercambio de ideas y la planificación de un largo camino hacia la independencia y la constitución. Aunque para esta última hizo falta la ocasión de otro emprendimiento: la librería de otro Marcos. Pero eso es asunto para otro post.

Daniel Esquivel - Director