Hablemos de Bullying en la universidad
12/30/202316 min read


Resumen:En la actualidad, las estadísticas relacionadas con el acoso escolar generan preocupación respecto a su exploración y medición. Los esfuerzos para su investigación han producido resultados ambiguos y diferencias en cuanto a la prevalencia de este problema, que adopta diversas formas en todas las edades. Por tal motivo, este estudio exploró la existencia del acoso escolar en la universidad y las características que asume. Para ello, se llevaron a cabo cuatro grupos focales, en los que participaron 28 estudiantes universitarios de entre 18 y 25 años, en su mayoría mujeres. Los resultados, examinados a través de un análisis de contenido por categorías, indican que el acoso escolar en las universidades puede llegar a ser una agresión amenazante, pero es diferente de la que se vive en otros ambientes escolares, ya que no expone o evidencia a la víctima sino que la oculta para desgastarla y menospreciarla de manera aparentemente desapercibida. Indicadores: Acoso; Bullying; Agresión; Estudiantes universitarios; Exploración.
Palabras clave:Acoso, Bullying, Agresión, Estudiantes universitarios, Exploración
INTRODUCCIÓN
La falta de empatía, altruismo, compasión y reconocimiento de las diferencias provoca frecuentemente una conducta hostil y agresiva hacia el medio y los pares, lo que se evidencia en el ejercicio del acoso psicológico ( Hernández, Fernández y Baptista, 2010 ).
Actualmente, el acoso escolar ha sido investigado y medido en diversos estudios en subgrupos específicos de diferentes edades y contextos ( Adams y Lawrence, 2011 ). En estas investigaciones se ha dejado fuera el ámbito universitario, a pesar de que este determina en buena parte los estilos de convivencia que son fundamentales para el individuo que se está formando profesionalmente. Es probable que la conducta hostil en el contexto universitario desencadene conflictos en la convivencia que impidan el desarrollo académico y profesional de los estudiantes.
Para Namie y Namie (2004) el acoso entre pares es diferente de la violencia juvenil, aquella que ocurre entre niños y adolescentes en el contexto escolar y que diferencia la posición entre ellos en un grupo, la que se define típicamente con los términos “victimario” y “victima”. A partir de los estudios de Olweus (1978) (cf. también Olweus, 1993 ), a este fenómeno se le ha definido, de una forma cada vez más consensuada, como el acoso ejercido sobre un compañero de aula mediante un conjunto de acciones, incluido el daño físico, tendientes a amedrentar, extorsionar, excluir y debilitar a la víctima en circunstancias grupales, esto es, con la presencia de los pares como testigos. Desde esta postura, Ortega (2010) considera que la violencia entre pares resulta inaprensible dado que presume que el sujeto racional debe ajustarse a las demandas de la normalidad; sitúa la violencia en un contexto de interacciones conflictivas, sin reconocer las lógicas del poder, la construcción de sentido ni la historicidad de lo social.
Por tanto, el acoso que ocurre entre pares consiste en el establecimiento de una relación particular, producida y auspiciada socialmente por un régimen de inseguridad que, como tal, opera sobre el miedo como vector de agenciamiento y tiende a la instauración de la indefensión, en concordancia con la sociedad global contemporánea, que le define al sujeto un modo de individualización autónomo en medio de un sistema social y económico signado por el riesgo y la incertidumbre ( Smith, 2011 ). El acoso escolar, de manera similar, se define como el conjunto de comportamientos intencionales, hostiles y poco éticos que de manera frecuente y prolongada se dirigen hacia otra persona valiéndose de un poder real o ficticio con el fin de provocar daño ( Ortega, 2010 ). Además, el clima afectivo del grupo sufre una importante pérdida de actitudes prosociales, favoreciendo la falta de consideración hacia los demás ( Ortega, Del Rey y Casas, 2013 ) y la consiguiente merma en la calidad del clima educativo. Se trata, pues, de un fenómeno de amplia repercusión que afecta a toda la comunidad educativa y quebranta la propia sensación de seguridad. Se podría suponer que, en general, el acoso es una de las muchas actitudes del ser humano que genera conflicto y enfrentamiento. Si bien en la educación superior es difícil detectar tales agresiones debido probablemente a la aparente imagen de madurez que proyectan los estudiantes universitarios, es posible que este tipo de acoso, denominado bullying [2] , exista sin ser evidente. Se explican a continuación ciertas formas de maltrato que ejemplifican algunos tipos de agresión presentes en el acoso escolar mencionadas por Monks y Smith (2010) y que pueden aparecer en las comunidades universitarias:
• Acoso directo e indirecto: Una de las principales formas de clasificar el maltrato o la agresión es diferenciando la forma de atacar como directa o indirecta. En un ataque directo, la victima identifica al agresor; en uno indirecto, la víctima es dañada pero ignora quien es el culpable.
• Acoso psicológico o verbal: A las personas no les agrada que les digan sus defectos; así que esta es una forma de agresión masiva o conglomerada que comúnmente toma la forma de expresiones sumamente agresivas y constantes, o como apodos despectivos que aluden a los defectos de las víctimas. Es más común que el maltrato físico, sobre todo entre los jóvenes. En la actualidad, entre mayor es la edad de los mismos, más sutil es el tipo de agresión que llevan a cabo.
•Acoso relacional: Muchos casos de maltrato son considerados como maltrato “relacional” porque rompe las relaciones sociales entre las víctimas y sus pares. Aunque desde el nivel preescolar puede aparecer este tipo de agresión (especialmente entre las niñas), se hace más frecuente y dañino durante la pubertad, porque es cuando los adolescentes adquieren la mayor parte de sus habilidades sociales y cuando la aprobación de sus pares es esencial. Luego, en la adultez, la persona buscara otras formas de aprobación y gratificación que lo harán sentirse aceptado y útil. Conforme mayor es la indiferencia y la insensibilidad de un grupo o una comunidad, mayor será el sentimiento de rechazo que experimente la persona. Sin duda alguna, este tipo de agresión comunitaria tiene efectos más deletéreos por la exclusión social y el aislamiento que implica.
El fenómeno del acoso escolar se evidencia en cada vez más comunidades y en distintas edades. Según Adams y Lawrence (2011) , conforme mayor es la edad, la causa del acoso es más compleja y más llena de matices.
La definición del acoso se ha venido desarrollando durante los últimos treinta años para incluir una gama crecientemente amplia de conductas de victimización, por lo que se han variado las prácticas para medirlo. Una consecuencia de lo anterior es la diversidad de estimaciones de su prevalencia, lo que ha hecho difícil evaluar la naturaleza y el grado de la comparabilidad del fenómeno ( Benites, 2012 ). En efecto, en la actualidad las estadísticas relacionadas con el acoso generan preocupación respecto a su exploración y medida. Los investigadores han luchado para medir este problema, facilitar comparaciones y estimar exactamente su prevalencia; sin embargo, incluso los más recientes esfuerzos han producido resultados ambiguos y mostrado diferencias considerables de dicha prevalencia; así, los índices de acoso se diferencian dramáticamente en diversas muestras, lo que refleja la imprecisión de las medidas ( Benites, 2012 ).
En las primeras investigaciones sobre el acoso se consideraba que disminuía constantemente con la edad y que los varones eran más acosadores y más víctimas que las mujeres (Prieto y Carrillo, 2009). Otras investigaciones confirmaron que el maltrato físico disminuía con la edad, pero que otras formas de maltrato aumentaban, con un considerable impacto entre las edades de 11 y 15 años ( Salmivalli, 2010 ). Finalmente, otro conjunto de trabajos mostraron que conforme mayor era la edad, el acoso estaba más lleno de matices y complejidades que el observado en los niños y adolescentes ( Adams y Lawrence, 2011 ).
Por otra parte, Namie y Namie (2004) afirman que la intimidación o acoso psicológico puede considerarse como una incivilidad intensificada que tiene que ver con diversas esferas, tales como la familia, el contexto social y escolar y la cultura. Este mismo autor recomienda no adoptar la tendencia a explicar el acoso en función de aspectos de personalidad, sino considerando el propio contexto, es decir, los factores sociales y culturales en que se manifiesta.
Para Benites (2012) , la comprensión del acoso también depende de las condiciones sociales, económicas y culturales de determinada población, ya que cada una considera ciertos tipos de convivencia y genera un estándar de normalidad propio del estilo de comunicación entre sus integrantes.
En fin, las causas del fenómeno de acoso o acoso escolar son múltiples y complejas, de manera que su detección, diferenciación y análisis servirán en la presente investigación para facilitar la identificación de los posibles motivos desencadenantes en una comunidad universitaria mexicana. Como lo indican los estudios sobre el tema, es probable que en esta comunidad priven ciertos factores, como la exclusión social o la exposición al hostigamiento a través de los medios de comunicación (como las redes sociales); sin embargo, es probable que en este medio también se carezca de ciertos factores protectores y preventivos que podrían mitigar los efectos del acoso, como grupos de ayuda o profesionales dispuestos a identificar un problema como este y a disminuirlo en caso de que exista.
Más allá de lo normativo y pedagógico, una convivencia escolar sana implica la capacidad para comprender el punto de vista del otro y considerar que este debe ser respetado, logrando así solidaridad, tolerancia y comprensión entre los miembros que componen ese ámbito ( Sánchez y Cerezo, 2011 ). Asimismo, autores como Benites (2012) consideran las actitudes como parte fundamental de la convivencia; cuando estas existen, se crea una relación entre las palabras y los actos que genera un estilo de comunicación entre las personas acorde a su entorno. Esas actitudes, de ser negativas, se pueden convertir en prejuicios, es decir, en calificativos nocivos que se formulan sin sustento alguno sobre un grupo o sus miembros. Las evaluaciones negativas que distinguen a los prejuicios pueden surgir de asociaciones emocionales, de la necesidad de justificar el comportamiento o de creencias dañinas llamadas estereotipos ( Benites, 2012 ), lo que deriva en la discriminación.
Las actitudes prejuiciosas son la fuente de la conducta discriminatoria. Los sentimientos de superioridad moral van de la mano con la brutalidad hacia aquellos que se perciben como inferiores ( Carbajal, 2013 ). El acosar o agredir a una persona teniendo como base los prejuicios genera un tipo de violencia que ocurre específicamente entre pares. La expresión “entre pares” permite suponer una variedad importante de clases de pares, pero diversas perspectivas psicológicas, sociológicas y de las ciencias de la educación le han dado un significado preciso en el desarrollo del individuo. Así, se entiende la expresión “entre pares” como el conjunto de relaciones y de interacciones entre sujetos pertenecientes a una misma categoría social, entre quienes no existe una diferencia de posición estructural de poder; se trata, pues, de relaciones simétricas horizontales ( Ortega et al., 2013 ). El ejemplo más claro de esta expresión son los compañeros de clase.
Al acto de agredir o ser agredido se le considera comúnmente como un “rito de paso” que conduce a un acto violento que recibe poca atención de parte de los maestros y demás integrantes de la sociedad (Prieto y Carrillo, 2009). Algunas investigaciones sugieren que, como resultado de la experiencia de ser agredido, algunas víctimas posteriormente se convierten en agresores, otras ven afectado su desempeño académico y otras más responden de un modo dramático ( Smith, 2011 ). Por el contrario, en lo que se refiere al agresor, su rol afianza su conducta antisocial, cuyas consecuencias suelen provocar la exclusión social de sus víctimas y el ingreso del mismo en la delincuencia temprana, o por lo menos al acoso en otro nivel: el laboral (mobbing), ejercido por el futuro profesionista ( Ortega, 2010 ).
Monks y Smith (2010) identificaron varios tipos y grados de agresión, la que examinaron en los varios niveles de edad, concluyendo que aparece en todas las edades y en diversos grados. Esto justifica el porqué de la posible existencia del acoso en las universidades. Salmivalli (2010) explica, de forma general, algunos probables acontecimientos que accionan al acoso escolar:
• La victima puede haberse convertido en el foco de atención del grupo, acaparando con ello el interés del posible agresor. Se considera que la mayoría de los agresores son emocionalmente inmaduros y anhelan la atención de los demás.
• La victima recibe demostraciones de afecto, respeto y confianza por parte de sus compañeros. En cuanto el agresor deja de ser el centro de atención y se percata de esos reconocimientos, inmediatamente es invadido por los sentimientos de desagrado y comienza el plan de sabotaje. Para el agresor, la victima está cayendo en una actitud de incompetencia, negligencia o ilegalidad y hará todo lo posible para comprobarlo. La mayoría de los agresores no aceptan la realidad de que otras personas haga el trabajo mejor que ellos, así que piensan y opinan de un modo que alimenta su negación.
• La victima obtiene reconocimientos oficiales por los logros alcanzados, lo que al agresor le genera un sentimiento inicial de desagrado que pronto se convierte en odio, por lo que la víctima se vuelve un enemigo que debe ser destruido.
En conclusión, las consecuencias de este fenómeno social llevan a experimentar desprotección, mientras que en adolescentes y adultos llevan al desamparo, e incluso en cualquier persona sin importar su edad pueden llegar a afecciones mentales y psicosomáticas que son altamente graves. Sin duda alguna, es fundamental identificar los elementos mencionados anteriormente, ya que posiblemente no solo son ignorados por comunidades universitarias sino también por la sociedad en general. Por tanto se requiere conocer las características, composición y alcances de dicho fenómeno para comprender a profundidad el comportamiento del acoso escolar en comunidades no exploradas aun, como la universitaria.
La carencia de estudios sobre el acoso escolar en el contexto universitario motivo la presente investigación, cuya finalidad consistió en explorar e indagar la existencia y las razones de los comportamientos de agresión, violencia o acoso en el contexto estudiantil, así como el comportamiento en grupo. Se exploró asimismo la posibilidad de que dicho fenómeno sea un factor causante de bajo desempeño y poco aporte intelectual de los estudiantes durante su formación profesional.
MÉTODO
Participantes
Se contó con 28 participantes voluntarios, con un promedio de edad de 21 años, estudiantes de las carreras que ofrece el Instituto de Ciencias de la Salud de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo: tres estudiantes de Medicina, seis de Psicología, cuatro de Enfermería, cinco de Nutrición, cinco de Farmacia y cinco de Gerontología. Además de la carrera, se consideraron otros aspectos, como el semestre que cursaban y el sexo de los participantes con la finalidad de obtener información confiable y significativa.
En esta muestra en la que predominaron las mujeres (68%), cinco cursaban primer semestre, cinco el tercero, ocho el quinto, seis el séptimo y cuatro el noveno.
Procedimiento
Se realizaron cuatro grupos focales, con una duración aproximada de entre 90 y 120 minutos, constituidos entre cuatro y nueve integrantes. Durante cada sesión del grupo focal se proporcionó a los participantes información sobre aspectos tales como su libertad de expresión y derecho de asistencia; de igual manera, cada uno de los participantes firmo una carta de consentimiento informado que avalara y permitiera la posibilidad de video grabar sus aportes. Cada videograbación fue trascrita para que, con la ayuda de un analizador cualitativo de textos Atlas. Ti (versión 6.0), se realizara la exploración de las aportaciones obtenidas en los ya mencionados grupos focales mediante el análisis de contenido por categorías.
RESULTADOS
Se identificó que la existencia de acoso escolar tiene relación con algunos aspectos de convivencia determinados por el contexto social. Entre estos rasgos, la mayoría de los participantes considero la existencia de agresión en la convivencia cotidiana, y a gran parte no le causo extrañeza que ocurriera, pero afirmo que generaba incomodidad y conformismo.
La agresión que aparece en las aulas universitarias está enfocada en la competencia y la necesidad de supremacía en relación al aprendizaje y al conocimiento, y se desarrolla en dos tipos de convivencia: la primera, considerada previamente en el marco de referencia, es la que se genera entre pares, asociada a los intereses personales, como la venganza sobre algo o el desquite por algo, o como un ataque para conseguir algo. La segunda, emergente, con muy alta frecuencia, es la convivencia entre maestros y alumnos, que está asociada a la incapacidad y al descontrol de la enseñanza en los grupos, que genera en la mayoría de los casos un sentimiento de hostilidad hacia uno o varios alumnos por parte del docente. En ambos casos, el tipo de agresión predominante es la psicológica descartando totalmente la física. Este tipo de agresión puede ser puramente psicológica o verbal; es constante, repetitiva, sutil y desesperante. Se identificó como posible objetivo del acoso la perturbación de la integridad personal y de la ideología en cuanto al nivel de conocimientos adquiridos. Las principales manifestaciones fueron en forma de críticas y burlas en la forma de bromas y apodos.
Finalmente, se identificaron consecuencias tanto psicológicas como las relacionadas con la inseguridad, las dudas sobre sí mismo, la vulnerabilidad y el daño emocional, además de que dichas agresiones desencadenan consecuencias de tipo académico, relacionadas con un bajo desempeño escolar, el poco profesionalismo y la poca competitividad.
DISCUSIÓN
En un ambiente diseñado para educar es normal que ocurran problemas y conflictos en los que se encuentren involucradas personas o grupos de diferente edad, sexo, condición social, roles, funciones y demás, quienes deben convivir durante muchas horas y plazos indefinidos ( Ortega et al., 2013 ); no obstante, cuando este tipo de complicaciones se vuelven constantes y repetitivos hacia una persona, la dinámica se convierte en un problema individual, educacional y social.
A partir de los resultados obtenidos en este estudio, es posible ver que la existencia del acoso tambien puede ocurrir en ambientes universitarios y que tiene relación con aspectos de convivencia determinados por el contexto social.
Sandoval et al. (2011) afirman que el fenómeno acoso escolar tiende a estar conformado por tres partes: la intención, la repetición o temporalidad y el desequilibrio de comunicación o abuso de poder. En este caso, la agresión en el presente estudio está enfocada en la competencia y la necesidad de supremacía en relación al aprendizaje y al conocimiento, la cual se genera entre pares, está asociada a los intereses personales, es constante y repetitiva a través del tiempo y tiene la intención expresa de menoscabar la integridad del agredido. Rojas (2013) señala que el acoso consiste en agresiones graves, dañinas, perjudiciales, que pueden tener una incidencia y permanencia durante un tiempo suficiente para generar danos, los que pueden ser morales, sociales, psicológicos y físicos en la victima, sin importar el sexo ni la edad escolar.
Otro aspecto de suma importancia detectado en el análisis se refiere a la convivencia, es decir, a los patrones y reglas implícitas y explicitas en el ambiente escolar que facilitan o dificultan las dinámicas de violencia. Así, los participantes consideraban que había entre ellos una agresión constante en su convivencia cotidiana que no les causaba extrañeza, pero que provocaba un estado de incomodidad y conformismo. Para el Observatorio sobre Violencia y Convivencia en la Escuela (2011) , si un clima de inseguridad y temor en los estudiantes es contante, contribuye de alguna manera a que la percepción de normalidad y naturalidad del acoso escolar se afiance mas y aumente la actitud de indiferencia ante aquel.
Para Ortega et al. (2013) , cuando la convivencia es adecuada, puede ser conceptuada como un modo de vivir en relación o en interrelación con otros, donde se respetan y consideran las características y diferencias individuales de las personas involucradas, independientemente de sus roles y funciones. Se aprende y se ensena conviviendo cotidianamente. El acoso escolar es una forma de relación interpersonal problemática adquirida, desarrollada y mantenida en razón de la interacción de una serie de factores (personales, familiares, sociales, contextuales etc.), no un trastorno ni una patología ( Sandoval et al., 2011 ).
Por tanto, ante el desconocimiento o indiferencia (no hacer nada por impedir o acciones hostiles que contribuyan al acoso), es necesario realizar un análisis psicosocial del propio sistema de normas, valores, sentimientos y comportamientos de todas las personas implicadas en tales acciones de maltrato y de violencia. Ya Olweus (1993) considera que la agresión siempre está acompañada por una intencionalidad, lo que diferencia la verdadera agresión de aquellos comportamientos, que de forma involuntaria, provocan algún tipo de efecto perjudicial en los demás.
La convivencia entre maestros y alumnos se caracteriza en muchas ocasiones por la incapacidad y el descontrol de la enseñanza en los grupos, lo que trae consigo, según Olweus (1993) , el desequilibrio del poder entre la víctima y su agresor. El dominio necesario de la situación por el maestro se acompaña de la indefensión creciente en las victimas a medida que ocurren los episodios violentos. La combinación de ambos aspectos genera una dinámica de dominio-sumisión que no requiere necesariamente de la presencia física del agresor, sino que permanece bajo su influencia en cualquier momento.
En este estudio se determinó que el tipo de agresión predominante es la psicológica (descartando totalmente la agresión física) ya sea puramente relacional o verbal, pero constante, repetitiva, sutil y desesperante, confirmando una vez más lo que mencionan Ortega et al. (2013) cuando consideran el acoso psicológico como un problema o fenómeno peculiar, característico y propio de los jóvenes, que consiste en agresiones, insultos e intimidaciones con un sentido de humillación sutil por uno o todos los integrantes del grupo; este tipo de agresiones que los jóvenes se infligen entre si son de gran variedad y modalidad, a diferencia del acoso escolar que sufren los niños, que es más directo y físico en el cual es más fácil de detectar al agresor.
Dentro de los objetivos del acoso escolar en los universitarios están las perturbaciones en la integridad y la ideología en forma de críticas, burlas (bromas y apodos). Así, este tipo de acoso escolar también tiene algunas semejanzas con el acoso laboral o mobbing, pues esta acompañado por una comunicación hostil con falta de ética que empuja a la víctima a la desesperanza e indefensión ( Rojas, 2013 ). De esta forma, parecería que el acoso escolar en las universidades es una violencia que tiene algunas características del acoso tradicional, y otras del laboral.
Si el acoso tradicional aparece como una agresión intencional que solo considera a los menores que son pares o iguales, el laboral adopta la forma de la agresión por supremacía entre subordinados y sus jefes o superiores, como es el caso del acoso en los estudiantes universitarios, adultos jóvenes involucrados en una agresión sutil y enmascarada ya sea entre pares o por parte de un superior (el maestro) a un subordinado (alumno). Como se dice antes, pareciera que la dinámica del acoso va transformándose a lo largo del desarrollo de los individuos, que en etapas más avanzadas se refina al adoptar la forma de agresiones sutiles en el medio universitario y que se afianzan más tarde en el terreno laboral.
En conclusión, el acoso escolar en las universidades, a pesar de que puede llegar a ser una agresión frecuente y amenazante, es muy diferente a la que se vive en los ambientes escolares básicos en cuanto que no se expone o evidencia a la víctima, sino que se le oculta para desgastarla, fastidiarla o menospreciarla sin que los victimarios consideren que le están haciendo daño. Así, se podría decir que la existencia de acoso escolar en universitarios se caracteriza por una convivencia señalada por la ausencia de respeto, discriminación y prejuicios, con consecuencias psicológicas (personales y relacionales) y académicas. Por tanto, se recomienda continuar la investigación con un análisis psicosocial de los sistemas de normas, valores y comportamientos de todas las personas involucradas en esta dinámica y con grupos más amplios, para que, con base en ello, se tenga una mejor panorámica de este fenómeno y puedan diseñarse estrategias eficaces que disminuyan su incidencia.
Estudio llevado a cabo. Original en: https://www.redalyc.org/journal/292/29242800003/html/#redalyc_29242800003_ref4